domingo, 21 de noviembre de 2010

El tercero

El tercero

Filosofía del arte. Teorías en torno al arte. Axiología del arte. Arte y ciencia. Arte y naturaleza. Arte y moral.

En el primero, partiendo de Baumgarten, concluíamos que la Estética era el estudio filosófico y científico del Arte y de lo Bello. Dicho así, y ya que el estudio científico podemos entenderlo como un intento de establecer descripciones con intención normativa, lo que se pretende es aclarar la primera parte de la definición.

¿Qué es la filosofía del arte? Su sentido más moderno nos llega a través de Hegel, que la entiende como una reflexión sobre el arte tanto realizado como en vías de realizarse. También avanzábamos que era el tronco en donde se apoyan las distintas estéticas especializadas, ya que la más antigua modalidad –la estética filosófica- era la que seguía un método reflexivo y analítico. Y en el propio arte podíamos encontrar ejemplos sobre qué es la creación, la contemplación, las esencias… Bueno, ya presentada, intentemos una definición: parte de la Estética que se ocupa de los conceptos y problemas que surgen en relación con las obras de arte. De aquí, que se esfuerce en responder preguntas como:

* ¿Qué es la experiencia estética?
* ¿Existe verdad en la obra de arte?
* ¿Qué es símbolo artístico?
* ¿Qué quieren decir las obras de arte?
* ¿Hay una definición general del arte?
* ¿Qué es lo que hace buena una obra de arte?

Más allá de las dificultades que plantea su respuesta, el punto de partida para afrontarlas tiene que ser establecer las condiciones necesarias y suficientes del arte. Según De Witt Parker, en su The Definition of Art, serían:

* Fuente de placer a través de la imaginación
* El objeto artístico debe ser social, físico, real, públicamente accesible, base de una experiencia compartida
* Tener una forma estéticamente satisfactoria en tanto combinación de armonía, estructura y diseño.

Si recordamos el texto de Pessoa 1, parecería que el arte es vano, mera ilusión. En su Arte Poética, Borges nos descubre al arte como vehículo de conocimiento sobre todo de tipo personal, pero si volvemos a Pessoa 2, creer que atravesábamos el cristal volvía a ser una quimera. Que cada cual saque sus conclusiones. Por eso es mucho más fácil establecer Teorías en torno al arte que intentar definirlo. Ya que el enunciado de El tercero ha sido tomado al pie de la letra del libro de Beardsley y Hospers sobre Estética, sigámosle. Las teorías son, principalmente, tres: formalista, expresionista y simbolista.

En la primera, el arte como forma orienta nuestra atención hacia lo que la obra presenta y no lo que representa. De aquí, que no se preocupe de la capacidad que la obra tiene de provocar emociones, representar valores vitales o ideas. Sólo se interesa por los valores que le son propios del medio artístico utilizado. Vemos, así, una atención centrada en las propiedades formales del objeto artístico, cuya emoción estética no debe complicarse con ningún tipo de emoción vital.

El arte como expresión no excluye los valores formales, pero piensa que no sólo no son los únicos, sino que los más importantes son los que pueden expresar sentimientos humanos. Se interesa por la psicología del artista intentando establecer algo así como conexiones necesarias entre la inspiración y la forma de expresarla. Aunque esto es más que discutible, hay que aceptar que el arte tiene una gran capacidad de reflejar emociones imitando sus características esenciales.

El arte como símbolo plantea la posibilidad de simbolizar los sentimientos:

Las obras de arte son signos icónicos del proceso psicológico que tiene lugar en los hombres, y específicamente signos de los sentimientos humanos (Berdersley y Hospers, 1988:142)

En todo caso podemos preguntarnos sobre el mecanismo que convierte a una cosa en signo de otra. En gran medida la convención establecida gracias a la educación de nuestra sensibilidad es el soporte que mantiene esta idea del arte como símbolo. Por eso hay que admitir que la obra de arte no deja de ser un signo convencional de determinados procesos psicológicos.

Y esto nos hace recalar en la relación que el arte establece con la verdad. Como tampoco parece fácil decidir qué o cuánto de verdad contiene el arte, es más sencillo derivar el problema hacia qué tipo de verdades contiene. Algo totalmente obvio. Porque como casi todo en esta vida, el arte presenta lo explícito y esconde, para su lectura entrelíneas, lo implícito. Por tanto, el arte habla de la condición y naturaleza humana tanto de una forma como de otra: explícita e implícitamente. Si domina la primera, nos acercamos al arte propagandístico. Si la segunda es quien lo articula, pude llegar a ser tan indescifrable que apenas podamos entenderlo y sacar provecho de los valores que defiende, es decir de su axiología.

La axiología o teoría de los valores del arte, estructura a éstos en varios planos. Por una parte, encontramos los objetivos y subjetivos. Por otra, los sensoriales, formales y vitales. Pero previos a todos ellos, los epistemológicos y estéticos. Antes de seguir adelante, dejemos constancia de lo inapropiado del término “axiología”. No sólo no aparece en el diccionario de la RAE, sino que este término bastardo, derivado de axioma, tiene la pretensión de llevar al campo de la estética una traducción literal del alemán Wertheorie de aplicación en economía. De aquí, que la mayor parte de autores prefieran el habitual de valores o bien el de aspectos. Sigamos. El valor epistemológico, como posibilidad de conocimiento, parte de aceptar la estética como ciencia normativa de lo Bello. Con lo cual, si la Lógica lo es de la verdad y la Moral del bien, la Estética lo es de lo bello. Tríada fundacional de la Filosofía: verdad, bondad y belleza, reguladas por la Lógica, Moral y Estética. El valor estético se desglosa en los objetivos y subjetivos. Por los primeros entenderemos a todos aquellos propios del objeto mismo, de su naturaleza. Una debe formar parte insustituible, la belleza. Pero qué pasa si sólo puede ser intuida, pues que una vez más estamos perdiendo el tiempo:

A menos que tengamos alguna clave sobre cómo resolver las controversias en torno al valor estético, este concepto resulta inútil (Berdsley y Hospers, 1988:167)

En cuanto a los subjetivos, deberíamos intentar distinguir entre lo que “me gusta” y “lo que pienso que está bien”. Porque una cosa es expresar nuestro agrado o desagrado y otra razonarlo. De ahí, que la sensibilidad estética no case siempre bien con la razón. Afortunadamente, captar el valor estético de las cosas no siempre depende del conocimiento aprendido. El valor sensorial es captado en la observación estética cuando nos deleitamos en cosas como la textura, color o tono. La presentación sensorial es lo que cuenta. En cuanto al valor formal, ya conocemos algo. Se basa en la relación entre los elementos que conforman la obra de arte. La forma tiene que ver con las interrelaciones, con la organización global de la obra. No es la estructura, que puede ser compartida, sino forma como modelo único de organización. La expresión aristotélica de variedad en la unidad se utiliza corrientemente como criterio básico de este valor. Y por último, el valor vital habla de todo aquello que es importado de la vida exterior. Es lo que forma el conjunto de valores asociativos. Conceptos e ideas en literatura, sentimientos en música o sensaciones en plástica.

La relación entre el Arte y la Ciencia es perfectamente descrita en el texto Pessoa 2. Si aceptamos que ciencia y arte son dos formas de conocimiento o apropiación de la realidad, en el caso del primero su medio es el concepto, en el segundo, la sensibilidad. Esto significa que la ciencia enuncia la esencia de las cosas de forma universal, el arte combina lo local y universal desde la singularidad del objeto artístico, todo un desafío. Si el mensaje de la ciencia es invariable, el del arte depende de su receptor. De ahí, que la idea de progreso sea constitutiva de la ciencia, mientras que en el arte sólo afecte a los medios técnicos y no al valor estético. En la historia del pensamiento vemos cómo los fracasos de la ciencia son suplidos sistemáticamente por la necesidad del arte. Esto no debe hacernos pensar en arte y ciencia como opositores, sino más bien como formas complementarias de apropiación de la realidad, tal y como nos cuenta Pessoa 2.

En cuanto al binomio Arte y Naturaleza, le concepto que establece su relación viene de la antigua Grecia, es la mimesis, toda una historia de la relación del arte con la naturaleza y la verdad. Pero, ¿qué entendemos por mimesis, es decir, por imitar a la naturaleza? Para empezar hay que aceptar que la naturaleza no persigue ningún ideal de belleza, lo que sí se da en el arte. Sólo aceptando la naturaleza como obra de arte divina nos permitiría trasvasar la persecución de ideales artísticos al campo de lo natural. Sin embargo, hay que admitir que el arte no permite o intenta evitar elementos perturbadores en su observación, cosa que no parece preocupar a la naturaleza. Pero debemos reconocer que algunos tipos de lo bello en la naturaleza tienen amplia aceptación: flores, animales, paisaje… Dicho esto, centrémonos brevemente en la mimesis. Perfectamente enunciado por Aristóteles, vendría a significar que el arte imita a la naturaleza. Pero más que reproducir los modelos naturales, el arte debería seguir el modelo que esta le propone. Es decir, no es tanto imitar cosas naturales, sino la forma en que la naturaleza obra.

Por último, Arte y Moral han establecido en la cultura occidental unas delicadas relaciones. Hoy no parece que sea necesario luchar por liberar al arte de la tutela moral de otros tiempos. Lo que no significa que debamos desprendernos idealmente de nuestras convicciones morales en la observación estética. Se produce necesariamente una intersección entre los hechos artísticos y los morales. De ahí, que una concepción moralista someta el arte a la moralidad intentando utilizarlo con fines edificantes. Por eso, las manifestaciones artísticas no seguidoras de la moral oficial o lo políticamente correcto, suelen estar bajo sospecha. La concepción esteticista pretende justo lo contrario: una moral supeditada al arte. Nada debe interferirlo, es lo supremo:

Designa la exigencia establecida en la definición de Kant de la percepción de lo bello como ‘el placer desinteresado’ y, por vez primera…de un arte liberado de toda finalidad… extra-artística (moral, política, etc.) cuya única tarea consiste en la consumación de su propia forma… El programa de un arte por el arte, en su lucha contra la ideología y la moral…poseía una función emancipadora dirigida contra la tutela de la corte aristocrática y del estamento eclesiástico (Henckmann/Lotter, 1998:21-22)

Un punto intermedio, viene dado por la concepción interactiva que reconoce en los valores morales y estéticos distintas funciones. El arte debe edificar, sí, pero no de forma explícita. Sus enseñanzas y análisis sobre la condición humana deben permanecer en el plano de lo implícito. Así, el arte estimula la imaginación permitiendo la identificación con otras situaciones, experiencias o reflexiones:

En el acto mismo de concentrar nuestras energías sobre un objeto estético, nuestro estado espiritual mejora…el efecto incluye una agudización de nuestras sensibilidades, n refinamiento de nuestras capacidades…una facilidad para reaccionar más sensiblemente al mundo que nos rodea (Beardsley/Hospers, 1988: 153-154)

Y finalizamos este tercero a la espera de El cuarto, con un apunte sobre la censura. Hay dos tipos: la explícita y la implícita. La que viene de fuera o la que nos imponemos nosotros mismos. La segunda puede ser de mayor calado pues indica la imposibilidad del pensamiento libre. Tanto una como otra encuentra su punto de encuentro en la exageración de los principios morales del arte. Esta situación, muy arraigada en ignorancias atávicas, señala la imposibilidad de observar desde la actitud estética. En fin, una nota sobre los censores:

¿Puede un grupo de seres humanos arrogarse el derecho de juzgar a otros grupos más amplios y de decirles lo que pueden o no pueden leer o contemplar? (Beardsley/Hospers, 1988:155)