«La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo...» (M. de Cervantes)
domingo, 28 de noviembre de 2010
Todas las mañanas del mundo
Todas las mañanas del mundo, Pascal Quignard
p. 27
El padre Mathieu se adelantó acariciando con los dedos la cruz de diamantes y dijo:
-Os vais a pudrir en vuestro fango, en el horror de las afueras, ahogado en vuestro arroyo.
El señor de Saint Colombe estaba blanco como el papel, temblaba y quiso agarrar una segunda silla. El señor Caignet se había acercado, así como Toinette. El señor de Sainte Colombe lanzaba sordos « ¡Ah! » para recobrar el resuello, con las manos en el respaldo de la silla. Toinette le desprendió los dedos y entre los dos lo sentaron. Mientras el señor Caignet se ponía los guantes y el sombrero y el cura lo tachaba de porfiado, él dijo muy quedo, con una calma pavorosa:
-Los ahogados sois vosotros. Por eso alargáis la mano. No contentos con haber perdido pie, aún quisierais atraer a los demás para que el agua se los trague.
La emisión de la voz era lenta y entrecortada. Al rey le agradó esta respuesta cuando el cura y el violista de cámara se la refirieron. Dijo que dejaran en paz al músico…
p. 35-37
Evocó aquel día de humillación cuya fecha seguía inscrita en su ánimo: 22 de septiembre de 1672…Cuando llegó a la zapatería, y tras saludar a su padre, no pudo contener más tiempo los sollozos y subió con precipitación a encerrarse en la pieza… Aquellos martillazos le hacían brincar el corazón y lo llenaban de repugnancia… todo le resultaba insoportable.
p. 45
-Podréis ayudar a danzar a la gente que danza. Podréis acompañar a los actores que cantan en el escenario. Os ganaréis la vida. Viviréis rodeado de música mas no seréis músico. ¿Tenéis un corazón para sentir? ¿Tenéis un cerebro para pensar? ¿Tenéis la menor idea de para qué sirven los sonidos cuando ya no se trata de danzar ni de regalarle los oídos al rey? No obstante, vuestra voz quebrada me ha emocionado. Os retengo por vuestro dolor, no por vuestro arte.
p. 50-55
…luchando contra el viento que les hería los ojos abiertos.
-Podéis oír, señor –gritó-, cómo se destaca el aria sobre el bajo cantante…
… -Escuchad el sonido que produce el pincel del señor Baugin
… -Habéis aprendido la técnica del arco…
Vieron en otra sala, subidas a un tablado, dos mujeres que recitaban…
La otra respondía lentamente, una octava más baja…
… -He aquí cómo se articula el énfasis de una frase. También la música es una lengua humana…
El ruido de la orina caliente que hacía estallar la nieve se mezclaba con el ruido de los cristales de la nieve que se iba fundiendo…
-Habéis aprendido cómo se desgranan los adornos –dijo.
-Es asimismo un descenso cromático –replicó el señor Marin Marais.
El señor de Sainte Colombe se encogió de hombros.
p. 59-60
-Escuchad, señor, los sollozos que el dolor arranca a mi hija: están más cerca de la música que vuestras gamas. Marchaos de aquí para siempre, señor, sois un grandísimo malabarista. Los platos vuelan por encima de vuestra cabeza y jamás perdéis el equilibrio, pero sois un músico pequeño…Deberíais tocar en Versalles, es decir, en el Pont-Neuf, y os arrojarían monedas para un vaso de vino
p. 63-65
A mi entender, poco importa si uno ejerce su arte en un gran palacio de piedra con cien habitaciones o en una cabaña que se tambalea sobre una morera. Para mí hay algo más que el arte, más que los dedos, más que el oído, más que la invención: es la vida apasionada que llevo.
-¿Vivís una vida apasionada? –dijo Marin Marais.
-Padre, ¿lleváis una vida apasionada?…
… -Habláis por enigmas. Jamás comprenderé del todo lo que queréis decir.
-Por eso no contaba con que caminaseis a mi lado, por mi pobre camino de hierbas y grava.
… -¿Por qué no publicáis los aires que tocáis?
-¡Oh, hijos míos, yo no compongo! Jamás he escrito nada. Son ofrendas de agua, lentejas de agua, artemisa, oruguillas vivas que invento a veces al recordar un nombre y unos placeres.
-Mas, ¿dónde está la música en vuestras lentejas y vuestras orugas?
-Cuando tomo mi arco, lo que desgarro es un pedacito de mi corazón en carne viva. Lo que hago no es sino la disciplina de una vida en la que ningún día es feriado. Yo cumplo mi destino.
p. 69
-Mi tristeza es indefinible. Razón tenéis al dirigirme ese reproche. La palabra jamás puede decir aquello de lo que quiero hablar y no sé cómo decirlo…
… -¡Ahí tenéis la cabaña donde hablo!
p. 99-101
¿Quién anda ahí, suspirando en el silencio de la noche?
-Un hombre que rehúye los palacios y busca la música…
… -¿Qué es lo que buscáis, señor, en la música?
-Busco llanto y pesares…
… -Sentaos.
… -¿Puedo pediros una última clase? –preguntó el señor Marais animándose de pronto.
-Señor, ¿puedo intentar una primera clase? –replicó el señor de Sainte Colombe con voz sorda.
… -Esto es difícil, señor. La música está simplemente ahí para hablar de lo que la palabra no puede hablar. En tal sentido, no es totalmente humana…
… -Un pequeño abrevadero para que beban aquellos a quienes el lenguaje ha traicionado. Por la sombra de los niños. Por los martillazos de los zapateros. Por los estados que preceden a la infancia. Cuando carecíamos de aliento. Cuando carecíamos de luz.